La película de De Araújo subraya este punto, siguiendo a una maestra de jardín de infantes aparentemente ordinaria llamada Emily (Stefanie Estes) a través de una tarde en su vida. Ella sale de la escuela donde trabaja, agarrando un pastel de cereza casero envuelto en papel de aluminio. Camina hacia una iglesia cercana, donde abraza y saluda a un grupo de damas blancas vestidas con ropa de Old Navy separadas. En medio de este grupo domesticado hay dos mujeres más jóvenes, ambas con sudaderas con capucha, piercings y cabello teñido. Emily deja su pastel sobre la mesa y levanta el envoltorio para una revelación impactante: ha tallado una esvástica en la corteza superior. “¿Esto es una broma?” pregunta una de las mujeres. No lo es, pero lo juegan como uno solo.
Cada una de las integrantes del naciente grupo de mujeres de extrema derecha de Emily representa un rostro diferente de la supremacía blanca: el punk radicalizado, el amargado Boomer, el ama de casa que educa en casa, el legado racista. Y los fundamentos que presentan para sus puntos de vista intolerantes abarcan una gama similar, evocando el “sentido común”, el “orgullo de la propia herencia” y el “racismo inverso”. Black Lives Matter lo inició, argumentan. Ellos no odian a nadie. Sólo están defendiendo su forma de vida. Estos eslóganes serán familiares para cualquiera que haya estado comprometido políticamente durante los últimos cinco años más o menos. Y de Araújo presenta sistemáticamente cada una de ellas, palabras que luego serán destruidas por las acciones de sus personajes.
Mientras que la impulsiva exconvicta Leslie (Olivia Luccardi) es la que dirige los procedimientos de la tarde hacia el territorio de los crímenes de odio, a lo largo de la película, Emily emerge como una figura verdaderamente aterradora, incluso malvada. Ella está reuniendo a sabiendas a mujeres desilusionadas y adoctrinándolas en temas de conversación de supremacistas blancos, moldeándolas para convertirlas en soldados útiles en su guerra racial imaginaria. También utiliza las ideas de la supremacía blanca sobre el género y la feminidad como armas, aprovechando el sexismo y la homofobia del movimiento para evitar la responsabilidad por sus acciones. Su voz tiembla cuando le pregunta a su esposo: “¿Quieres que te mire como un p…, nena?”. usando un insulto anti-gay para intimidarlo para que la acompañe en un recado oscuro a mitad de la película.